A la Política la hacen los políticos, y estos salen de la Sociedad. No son mejores ni peores que el promedio. Al contrario, son un reflejo y cómo tal, por su mayor visibilidad social, dejan expuestas nuestras virtudes y defectos. Quienes estamos en un rol de liderazgo, cómo los concejales, tenemos un tiempo finito para hacer algún cambio. Y tenemos pocas oportunidades de dejar una impronta, en un camino que cada uno de nosotros debe emprender. Pero estoy convencido de que todos tenemos una oportunidad todo el tiempo. Me refiero a la conducta. Porque los líderes, en cualquier campo social, deben transmitir valores. Porque la crisis no es del dólar o un modelo, la crisis es de valores. Lo que nos va a sacar adelante son cosas tan simples como el respeto al otro, la humildad frente a una verdad que no tiene dueño, la capacidad de escucha, la buena voluntad. Porqué si son cosas simples no las terminamos de encarar? Porque nos domina la vanidad y el oportunismo; la arrogancia, el deseo de ser más que el otro; el fin sin importar los medios. Estoy convencido que de esa crisis de valores, tan fundamentales para el progreso humano, se sale con una nueva espiritualidad. Que no necesariamente tiene que ver con una religión sino con un sentido de lo efímero de la vida, que nos lleve a tomar las decisiones disruptivas que el cambio requiere. Liderar el cambio, es liderar nuestras vidas en sentido de una misión que nos deje en Paz cuando dejemos este mundo.
Un adiós
En este espacio quiero en unas líneas despedir a una gran persona. Esta semana abrí este diario y vi la triste noticia del deceso de Eduardo Tonello. Tal vez mucha gente no lo conozca. Eduardo vino de Santa Fe a Campana hace muchos años, y tuve la oportunidad de conocerlo como compañero de trabajo. Cuando dejó la empresa se dedicó al comercio y prosperó con negocios en Campana y Zárate, ciudad esta donde vivía. Eduardo era una persona excepcional, un tipo de fe, que transmitía bondad en cada palabra, en cada gesto. Padeció la desgracia de perder un hijo, estudiante, al que mataron en Buenos Aires sólo por robarle su bicicleta. Después de muchos años lo volví a ver, en una tarde de lluvia. Estábamos marchando junto a algunos vecinos, espontáneamente (creo que fue la única vez que marché en mi vida), shockeados por la extraña muerte del fiscal Nismann (horas antes de declarar al Congreso). En la Plaza Costa, bajo la lluvia y con esa sensación de impotencia, Eduardo me contó su presente, donde dedicaba su tiempo a acompañar a familiares de las víctimas de homicidios, trabajando con la ONG Usina de Justicia. Su negocio no lo pudo sostener y la última parte de su vida la dedicó a su causa, hasta la semana pasada cuando su corazón no pudo más. Eduardo está ahora en paz, y todos los que lo conocimos en alguna de sus facetas tendremos un nudo en la garganta por un tiempo, hasta que la dinámica de la vida nos deje procesar esta tristeza. Te enviamos un abrazo desde lo profundo del corazón.